domingo, 17 de octubre de 2010

LOS VIÑEDOS DE MONTAIGNE | Por Jesús del Río

 
Decía Montaigne que el vino se observa, se describe y se habla de sus características, por eso su disfrute suele estar acompañado de la palabra. La cata tiene su propio lenguaje y las conversaciones en torno a un buen vino van y vienen del caldo que se degusta al gusto y disgusto de la vida, entre el aroma y la chispa que embriaga a los que lo comparten. Una especie de embriaguez es lo que produce leer a Montaigne, y así lo atestiguaron otros grandes, como Shakespeare, Goethe, Descartes, o Nietzsche, quien diría que leer a Montaigne hace la existencia más soportable. 

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